El reciente gran terremoto que golpeó a Chile el 27 de Febrero no solo derrumbó ciudades, muros y casas, también estremeció nuestros corazones. Las imágenes de destrucción, temor, profunda desolación e impotencia estaban en todas partes, incluso en aquellos lugares donde no se registró daño físico ni estructural.
El terremoto estremeció nuestras almas y corazones. Cuando digo esto, me refiero a que de pronto las personas se sintieron desvalidas, pequeñas, aterrorizadas, llenas de temor por sus vidas, las vidas de sus seres queridos, temor de perder todo lo que con tanto trabajo obtuvieron, sus hogares, y todo aquello que les era importante. Algunos recordaron relaciones y amistades que tenían abandonadas u olvidadas, otros experimentaron remordimientos y se dieron cuenta de que no estaban listos para partir aún. Pero el terremoto también hizo que vecinos que jamás habían intercambiado una sola palabra; se saludaran, se ayudaran y apoyaran. Nos recordó que todos somos seres humanos, que no somos tan distintos después de todo, que todos compartimos la misma tierra y que vivimos todos en el mismo planeta. Lo que sucedió en Haití ya no parecía tan lejano.
No pasaron muchas horas antes de que lo único que parecía ser importante era estar vivo y bien, poder amar y ser amado. Las cosas materiales perdieron su valor y ahora, lo importante era sentirnos llenos de gratitud por estar vivos.
Fui afortunada al poder participar en un magnifico evento, una Teletón para ir en ayuda de quienes más sufrieron tras el terremoto. Y puedo decirles abiertamente, que vi a muchos “ángeles” en acción ese día. Todo el país se unió por más de 24 horas, reuniendo todos sus esfuerzos para dar tanto como fuera posible dar; dinero, alimentos, vestimentas, pero muchos otros simplemente partieron hacia las zonas más afectadas para acompañar a las personas, extenderles una mano y también un hombro de ser necesario. Seguro que todos estamos de acuerdo en que sería genial si no tuviéramos que pasar por este tipo de cosas para que la gente sea más amable entre sí, pero imagino que la mayoría de las personas aún se aferra al drama de la vida, el cual -nos guste o no- a veces prueba ser necesario para ocasionar un cambio mayor.
Ha pasado un mes desde el gran terremoto, y aunque en las calles de las grandes ciudades, como Santiago, se muestren como si nada hubiera pasado, existe aún mucha gente que necesita ayuda. El país se vuelve a hacer consciente tras cada nueva replica -pues sigue temblando-, y esto nos recuerda que no debemos olvidar lo sucedido, no si queremos avanzar como humanidad.
Personalmente, tras este terremoto he comenzado a revisar qué se rompió dentro de mi, cuales son los muros que cayeron para darme la oportunidad de construir algo nuevo. A todos ustedes, residentes del planeta Tierra, les invito a hacer este ejercicio, tal vez no vivan ni cerca de Chile, pero oigan; ¡la Tierra sigue temblando!
¡Hasta la próxima!
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